Hace unos días fui con mi esposo a visitar a unos primos a los que encontramos con su
hija deshojando margaritas... estaban ayudándola a decidirse por alguno de
los puestos de trabajo a los que había postulado y había sido escogida....
mi esposo -haciendo gala de uno
de sus mayores cualidades- le dio algunas pautas de cómo
evaluar el trabajo que más le convenía y al finalizar le dijo : una vez que tomes tu decisión, nunca, escucha, “nunca” debes mirar hacia atrás!!!... Al escucharlo me vino la
idea de escribir sobre este tema.
Esta conversación me hizo recordar algunas cosas como cuando hace
23 años, mi esposo se encontraba trabajando en una entidad financiera y en ésta
había un pequeño grupo de jóvenes profesionales
muy prometedores y bien reconocidos (él era
uno de ellos), a los que los altos
ejecutivos les habían ofrecido magníficas mejoras laborales, pero éstas estaban
demorando un poco cuando recibió una magnífica propuesta laboral de otra
entidad, que él, luego de consultarlo conmigo, aceptó... No había transcurrido mucho tiempo, cuando
recibió la llamada de uno de sus ex compañeros de trabajo para contarle la
buena nueva: “la promesa no sólo la habían cumplido, sino que las mejoras habían superado con creces a lo ofrecido inicialmente”.
Cuando mi esposo me lo contó quería darme de
cabezazos contra la pared por haberlo ayudado a tomar tan mala decisión (la de
aceptar el nuevo trabajo); sin embargo él tomó las cosas muy diferente a mí...
Sólo me miró y me dijo: “en su momento fue la mejor decisión que pude tomar y
no se llora sobre la leche derramada, además, ya vendrán tiempos mejores"... Y así
fue, después de un tiempo, en ese nuevo puesto de trabajo, tuvo la oportunidad que
le ofrecieran algo muchísimo mejor...
LAS DECISIONES SE TOMAN SIN, DESPUÉS, MIRAR ATRÁS...
Hay que partir desde este punto fundamental -y lo
dice alguien quien, cuando descubría que había tomado una decisión incorrecta,
acostumbraba irse a llorar al muro de lamentaciones (ese alguien soy yo :s)- y qué
conseguía con eso? Pues nada, salvo sentirme triste, irritada, frustrada, etc etc...
cómo recuerdo las palabras de mi querida
madre, mirándome con su carita apenada y
meneando su cabecita me decía: "ay, ya
empezaste otra vez con si mi abuelita no hubiera
muerto estaría viva... mija, entiende que lo que ya hiciste, hecho está y no hay
vuelta atrás, sólo te queda seguir para
adelante"... me tomó mucho tiempo llegar a entender que cuando algo no da el resultado que esperas,
tienes que “aceptarlo” y tomarlo como parte de tu experiencia. Toda experiencia
por muy mala que sea, siempre es “constructiva”; así también, muchas veces
sucedió que, lo que consideré en algún momento como una mala decisión, con el paso del tiempo pude
comprobar que resultó ser todo lo contrario
y es aquí donde aplicaría el dicho: “no
hay mal que por bien no venga”.
No existe el día que no tengamos que enfrentarnos a
la toma de decisiones, desde las más simples, como: y ahora qué ropa me pongo
para esa reunión? y las más complejas como: valdrá la pena que me endeude tanto
para comprar ese auto?...
En primer lugar, nunca debes tomar decisiones
apresuradas. Al momento de tener que elegir una opción, es súper
importante que cuentes con toda la información necesaria. Para ello,
tómate tu tiempo, pregunta, investiga,
analiza. Sófocles decía: “las decisiones rápidas, son decisiones inseguras”.
Haz una lista con todos los pros y contras de cada una de las opciones, y fíjate para donde se inclina la balanza.
Sabemos que toda decisión implica algún
nivel de riesgo, pero recuerda que “quien
no arriesga no gana”; aunque para ésto, es
importante que antes evalúes bien los riesgos, así podrías ver si tu línea de
acción es razonable.
Y termino diciéndote, que alguna vez
oí decir que la clave para tomar decisiones correctas, era “tener el cerebro y corazón en perfecta
armonía”.
Ahora sí me despido deseándote un ¡Feliz 2016!








